Es una gruta de una sola bóveda inundada por un cuerpo de agua cristalino; en su interior se han visto ejemplares de pez bagre, lo cual es un indicativo de la buena salud del agua.
Se encuentra ubicado en el cruce de las calles 62 por 45 del centro de Mérida, donde actualmente en torno a la cavidad se encuentra el Instituto Comercial Bancario.
Desde el siglo pasado ha servido para el disfrute de los vecinos y visitantes. Al paso del tiempo, los distintos dueños del predio donde se encuentra El Tívoli han respetado y conservado las buenas condiciones del cenote. Hace más de 20 años realizaron algunas modificaciones para facilitar el acceso y la permanencia en el interior.
Para conocerlo sólo hay que pedir permiso a las autoridades del Instituto quienes hoy día resguardan este interesante subterráneo de Mérida.
Esta propiedad perteneció al licenciado Albino Manzanilla Canto, y la construcción de la casa se realizó en el año de 1880. En ese entonces, existió en el sitio un establecimiento de duchas, regaderas y, obviamente, baño de cenote, nombrado desde 1890 como “El Tívoli”.
En esa época tenía escalerillas de piedra, mismas que eran rodeadas por otras de regular tamaño y una de ellas de gran envergadura que en ocasiones la hacía de botadero desde la cual los jóvenes realizaban sus clavados. En su contorno había una serie de cuartos pequeños donde se hallaban las duchas, y los sábados y domingos eran los días de mayor afluencia de visitantes.
En esos remotos años, el administrador del negocio era el señor Ángel Cárdenas, quien además atendía una pequeña tienda de abarrotes y miscelánea, ubicada en la misma esquina, conocida también como “El Tívolí”.
Con información de mayas.uady.mx