Aún en nuestros días, en las regiones donde las costumbres de los antiguos mayas predominan, se cree que el no llevarle a los aluxes (pequeños seres cuidadores de las milpas y a los que se les atribuye ciertas travesura) el tributo pedido puede provocar que la pérdida de la cosecha del infractor. El alux puede sentirse tan ofendido al grado de hacerle travesuras a la persona o molestarlo durante las noches. Por eso, los antiguos mayas y sus descendientes actuales, procuraban no olvidar llevarles la ofrenda. Esa ofrenda, era una bebida sagrada llamada Balché, preparada con la flor del árbol del mismo nombre y con atole de maíz. Se creía que esta bebida purificaba a quien la tomaba, por ello, era necesario usar agua virgen de lluvia y hacer un ritual especial y todo quedaba listo.

 

Cuenta la leyenda que la hermosa flor blanca de Mayapán, la princesa Sac Nicté huía junto con el joven -y último- rey de Chichén Itzá del vengativo Ulil -por haber traicionado el pacto en el que se prometía la mano de la princesa a este último-, se toparon con esta flor y accidentalmente, después de una lluvia descubrieron sus propiedades purificadoras y su delicioso sabor. Así que, cuando Ulil dio con ellos y estaba a punto de cobrar su venganza, estos le hicieron esperar y le dieron a probar la bebida. Ulil quedó más que impresionado y les perdonó la vida a cambio de la receta de lo que acababa de probar. Fue así como a los mayas les fue legada esta bebida con propiedades mágicas sin la cual, sus rituales no podrían estar completos. Ya con la llegada de los españoles, en la época de la Conquista, los sacerdotes prohibieron su preparación, porque querían cortar de tajo con las costumbres paganas, pero la enfermedad y la muerte fue haciendo acto de presencia entre los esclavos indígenas, y, viéndose impotentes para actuar, los conquistadores hicieron caso a un nativo de nombre Chi, quien les dijo que la alta mortandad se debía a la falta de la bebida purificadora. Los españoles accedieron y se dice la muerte disminuyó.

Con esta aura de misticismo y leyendas que rodean al Balché, no el quitan la importancia entre las costumbres de los antiguos y actuales mayas, que haciéndose de herramientas como la transmisión oral y libros que sobreviven nos han legado esta deliciosa bebida.

 

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